Siempre pasa lo mismo. Para una vez que estaban dando algo en televisión que seguía con verdadero interés, van y la retiran por el maldito share, a pesar de que supuestamente el Ente Público no tendría que tener en cuenta eso.
Lo que más me sorprendió de la serie Guante Blanco fue lo bien cuidada que estaba; desde unos créditos tremendamente elegantes hasta unas tramas perfectamente urdidas y enormemente entretenidas, en parte gracias al oficio de unos actores no demasiado conocidos pero que aportan considerable solvencia a la historia.
Los créditos me recordaban, aunque vagamente, a los de Hitchcock en “La Trama”, y reflejaban de forma fidedigna lo que iba a ocurrir a continuación: una historia de buenos y malos, de polis y cacos, donde poco a poco se van entrelazando, historias profesionales con relaciones interpersonales. Todo ello envasado en un esplendoroso color blanco Ariel, donde tan inmaculados son los agentes de la ley, como pulcros los delincuentes.
La serie sorprende por no contar con escenas de violencia, ni un solo disparo ni una mancha de sangre en todo lo que llevamos de metraje. El resultado da la razón a aquellos que opinan que no son imprescindibles ni ensaladas de tiros ni cientos de litros de hemoglobina para crear un producto entretenido. La pena es que la audiencia no opine del mismo modo.
Si todo lo contado hasta el momento fueron parabienes, también es conveniente señalar aquello que menos me gustó o que incluso me llegó a molestar de la serie. En este apartado debo apuntar hacia las dramáticas vidas privadas de los dos protagonistas: la del policía marcada por la muerte traumática de su esposa que le deja cara a cara con sus dos hijos y la del ladrón, desesperado por tener que hacer frente a una hija adolescente en estado de buena esperanza. Sin duda, y por lo que se pudo intuir, ambas situaciones familiares son necesarias para la resolución final de la trama. Pero ambas, por manidas, chirrían dentro de la historia. El tema niños, merecería un capítulo aparte...
Por último comentar la mala gestión que del producto ha hecho RTVE, al que no ha concedido tiempo alguno de maduración. Tras el segundo capítulo cambió su emisión para los viernes donde, efectivamente, siguió perdiendo audiencia. Conclusión: al programador no le gustaba la serie. De otro modo no se entiende programar un producto no consolidado en competencia directa con espacios solidamente afianzados en parrilla como: El Comisario, marujeo, gayosos varios, y demás… En definitiva, el programador: un Crack. ¿No había que reducir personal en el ente? Pues que alguien se fije en este angelito.
Los capítulos que faltan hay que seguirlos via Internet en:
1 comentario:
La serie si que apuntaba maneras, y yo soy de dar oportunidades al producto nacional, pero lo que no trago es con la duración de los capítulos de la mayoría de las series.
Aunque hay ejemplos peores como que las series en tele5 acaben a las 00:15h
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