En Julio del 2000, estando de vacaciones en Uruguay, me pareció del todo pertinente visitar el cementerio del Cerro, puesto que se cumplía, aquel mismo día, el cincuenta aniversario de una de las mayores gestas de la historia del fútbol mundial : el Maracanazo. Delante de una de las múltiples tumbas del campo santo, recordé la primera vez que había oído hablar de aquel mortal cuya última morada se ocultaba tras aquella pieza de mármol jaspeado.
La primera anécdota que se pasó por mi mente tenía que ver con el Pipo Rossi, aquel medio centro argentino dominador del juego y de los árbitros. Comentaba el Pipo, que jugando un Peñarol River, intentó en varias ocasiones “sacar partido” del colegiado, hasta que en una de tantas oyó a la altura de su nuca un sordo mugido que le heló las entrañas, mal que bien el bueno de Rossi giró sobre si mismo hasta que atendió a ver frente a frente a un “Hércules moreno” que lo miraba fijamente. Pipo sólo tuvo tiempo de articular las siguientes palabras antes de retirar las naves: Perdone señor…Yo no quería… reconociendo que fue una de las situaciones más ridículas de toda su carrera deportiva, pero argumentando lo siguiente en su desagravio: es que el “Hércules” de atrás era el gran Obdulio Varela. Esta anécdota fue la primera de tantas y la que me años más tarde me llevó a escribir este breve artículo, donde se comentan algunos de los hitos más significativos de una figura irrepetible, tanto dentro como fuera de la cancha.
El 20 de septiembre de 1917 nace en el humilde barrio de la Teja, Montevideo, Obdulio Jacinto Muiños Varela (¡que apellidos!) comienza a jugar al fútbol en los equipos aficionados de su barrio, hasta que en 1937 ficha por el semiprofesional Wanderens. Es en esta escuadra donde el joven Obdulio va a dejar impronta de su fuerte carácter: En el transcurso de un encuentro, un rival comete una brutal agresión contra uno de sus compañeros, el árbitro sanciona la infracción, pero deja sin amonestar al contrario, Obdulio se hace con el balón y se sitúa frente al colegiado, increpándole del siguiente modo: “Si se diese el caso de que algún miembro de mi equipo actuase de forma semejante le pido encarecidamente que lo mande al vestuario puesto que yo ,como capitán, no podría tolerar actos de esa envergadura”.
Otra magnífica muestra de la personalidad del capitán de Wanderens la ilustra la siguiente anécdota: un día alguien lo cita y le ofrece 3.500 dólares por ir a menos en el siguiente partido. Obdulio lo pone en conocimiento de su presidente, comentándole que en caso de existir la más mínima duda acerca de su comportamiento sobre el terreno de juego, él está dispuesto a no disputar el encuentro. Su oferta es rechazada y Peñarol gana 1-0 con el Negro Jefe como figura estelar. A la salida del campo el presidente pregunta al cinco de Wanderens que es lo qué desea a cambio, Obdulio le contesta: 10 centavos para pagar el tranvía.En 1943 ficha por Peñarol y las muestras de compañerismo de las que hace gala nuestro protagonista no son menores: En 1945, el Consejo Directivo de Peñarol, tras una victoria contra River, decide premiar a todos los futbolistas con 250 pesos y con el doble a Obdulio Varela, capitán y figura preponderante del equipo. La alegría era total, todo el mundo estaba contento... menos uno que argumentó: "Yo no jugué ni más ni menos que nadie. Si ustedes creen que merecí 500 pesos, le dan a todos 500 pesos. Si ellos merecieron 250 pesos, yo también". Finalmente Peñarol decidió gratificar con 500 pesos a cada uno de los jugadores.
En el caluroso julio de 1950 la figura de Obdulio Varela se va a amplificar todavía más. Uruguay llega a Brasil con un seleccionado que apenas había jugado junto. El equipo es una banda, buena prueba de ello es que algunos futbolistas marchan hacia el campeonato del mundo en barco, mientras el resto lo hace en avión.Con más pena que gloria, pero siempre con garra, Uruguay se cuela en la final, donde les espera un Maracaná a rebosar, con más 200.000 almas apoyando a los brasileños. Para los directivos de la federación uruguaya el objetivo esta cumplido y así se lo hacen saber al capitán charrúa: “Intentad que no os metan más de seis goles, con cuatro nos conformamos”. La contestación de Obdulio no se hace esperar, coge al directivo del brazo y lo expulsa del vestuario. Antes de salir al campo comenta a sus compañeros: “Los 200.000 de ahí afuera no juegan, son de palo”. Ya en el túnel de vestuarios Obdulio como capitán de la selección uruguaya debía ser el primero en saltar al campo, pero como buen gallego se hace el remolón y comenta a Ghiggia: hoy vas a recibir la mayor ovación de toda tu carrera deportiva. Dicho y hecho: cuando la selección brasileña salta al césped lo hace acompañada del equipo uruguayo, no se oye ni un solo pitido todo son aplausos. Obdulio acababa de marcar el primer gol de la final.Durante el choque, la selección brasileña domina y es en el segundo tiempo cuando Jair habilita a Friaca para que este marque el 1-0, 200.000 gargantas jalean el gol, aplauden, bailan… Mientras, pausadamente, el “Negro Jefe” acude a retirar el balón del fondo de las mallas. Sin apurar el paso y con el balón bajo el brazo se dirige al colegiado. Pasa más de un minuto desde el gol brasileño. Obdulio Varela reclama con insistencia un inexistente fuera de juego, el árbitro no lo entiende, Obdulio insiste…Pasan ya dos minutos desde el gol. Entra un intérprete, el capitán charrúa sigue en su trece, el árbitro no cede… Pasan tres minutos. Para cuando el traductor se retira, Obdulio ha enfriado el encuentro cuatro minutos, las 200.000 personas que abarrotan Maracaná se han quedado heladas, a 200.011 seres le comienzan a temblar las piernas. Obdulio Varela pone el balón en el centro del campo y comenta a Sciaffino: "bueno Pepe, se acabó, ahora vamos a ganarles a estos 'japoneses'(a todos los extranjeros les llamaba japoneses, quizá por reminiscencias de la Guerra Mundial). Minutos más tarde, el cinco de Uruguay, cede un balón de oro a Sciaffino y este lo incrusta en toda la escuadra. Las 200.000 gargantas que abarrotan Maracaná no logran emitir sonido alguno. A diez minutos del final Ghiggia, de jugada personal, logra el 2-1 definitivo, en ese momento 200.000.000 de brasileños lloran desconsoladamente. Más tarde el propio Ghiggia comentará: sólo tres personas callaron Maracaná, el Papa, Frank Sinatra y yo.Finalizado el partido la alegría en la expedición Uruguaya se desata, el más alegre de todos es aquel visionario y apaleado directivo que apostaba por un cuatro a cero en contra, el mismo que más tarde se autoconcederá una medalla de oro por le título. Los protagonistas de la hazaña también tendrán la suya… pero de plata. Obdulio no puede soportar tanta hipocresía y sale a pasear por las calles de Río, es consciente de la pena que desconsuela a Brasil, puesto que a esas horas de la noche ya se conocen casos de suicidios e infartos, y el “negro jefe” no puede evitar empatizar con el dolor ajeno. Entra en un bar y pide una 'caña' (aguardiente de caña), los aficionados cariocas lo reconocen, y el capitán charrúa teme por su persona. Todo lo contrario; la torcida lo aclama como si de un héroe local se tratase y lo acompaña por los chiringuitos de Copacabana hasta bien entrada la madrugada. Ya en Uruguay Obdulio sortea el recibimiento del aeropuerto y se marcha paseando hasta su casa. La recompensa por la victoria es una medalla de plata y los dólares suficientes para comprarse un Ford del 31, vehículo que apenas le dura una semana… ya comentamos que la Teja, por aquel entonces, era un barrio más que “humildeEste delicioso cuento tendrá su epílogo en Suiza, donde en 1954 Uruguay va a llevar a cabo la defensa del título de campeón del mundo. Tras un memorable partido contra Inglaterra, la selección charrúa alcanza las semifinales. Pero un mal árbitro no permite al Negro Jefe disputar el siguiente partido contra la Hungría de Czibor, Kcosis, Puskas, etc. Uruguay cae derrotada ante una de las mejores selecciones de la historia, no sin antes realizar una remontada épica, pasando del 2-0 inicial, favorable a los húngaros, a un 2-2 final. Más tarde, en la prórroga, Schiaffino estrella un par de balones en los postes, tan sólo la lesión de Rodríguez Andrade facilita las cosas a Kocsis que marca dos goles en los últimos minutos. Tras el partido la pregunta que se hacía el mundo futbolístico era la siguiente: ¿qué habría ocurrido de estar Obdulio Varela en el campo?; un hombre que, con la elástica charrúa, nunca conoció la derrota en un mundial.Finalizado el encuentro, el técnico de Hungría Gyula Mandi confesó: “hemos derrotado no sólo al mejor equipo del mundial sino al que jamás me haya enfrentado”. Y un servidor cincuenta años más tarde se atreve a comentar: Y todo ello sin la participación de Obdulio Varela, Oscar Míguez,-sancionado por indisciplina- máximo goleador uruguayo en los mundiales de 1950 y 1954 (8 goles), y Alcides Ghiggia embarcado en su aventura italiana.El resto de la historia se limita a una victoria alemana que la llevará a proclamarse campeona del mundo ante Hungría …en fin, cosas del fútbol y de la ¡maldita WM!
Pues eso que…Obdulio Varela: Galego
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